viernes, 4 de febrero de 2011

El Titán de Bronce

El General Antonio Maceo y Grajales. (Santiago de Cuba, 14 de junio de 1845 - Punta Brava, 7 de diciembre de 1896) fue el segundo Jefe Militar del Ejército Libertador de Cuba. Conocido como «El Titán de Bronce», Maceo fue uno de los líderes independentistas más destacados de la segunda mitad del siglo XIX en América Latina. Reconoció especialmente como jefe y maestro al gran estratega dominicano Máximo Gómez, quien con el correr de los años se convertiría en el General en Jefe del Ejército Libertador de Cuba. El uso del machete como arma de guerra por parte de Gómez, como sustituto más cómodo del sable español y por la escasez de armas de fuego y municiones de los mambises, fue adoptado por Maceo y sus tropas, en las que cargaba en la caballería como uno más. Luego de una extensa lucha por la soberanía cubana y al  elaborar planes de reunión con Gómez y el gobierno en armas, estos no llegaron a cumplirse. En las cercanías de Punta Brava, finca de San Pedro, Maceo avanzaba solamente acompañado de su escolta personal (dos hombres), el médico de su Estado Mayor, el Brigadier General José Miró Argenter y una pequeña tropa de no más de 20 hombres. Cuando intentaban cortar una cerca para continuar la marcha, fueron detectados por una fuerte columna española, que abrió un intenso fuego. Al lograr cortar una parte de la cerca y decir "¡Esto va bien!", Maceo fue alcanzado por dos disparos: uno en el torso, no grave, y otro que luego de quebrarle la mandíbula le penetró en el cráneo. 

Sus compañeros no pudieron transportarle por intensificarse el fuego y junto a él quedó solamente el Teniente Francisco Gómez Toro, hijo de Máximo Gómez, quien voluntariamente enfrentó a la columna española para proteger el cadáver del general. Luego de ser herido de bala varias veces, los españoles lo remataron salvajemente a machetazos, dejando los dos cuerpos abandonados, sin saber la identidad de los caídos (aunque se dice que Panchito se quitó la vida con un puñal antes de caer en manos españolas y ser torturado). Los cadáveres de Maceo y Panchito fueron recogidos al día siguiente por el Coronel habanero Aranguren, quien al saber lo ocurrido se dirigió de inmediato al lugar. En su cuerpo tenía las marcas de 27 disparos de fusil que había recibido durante su vida militar. Luego fueron enterrados en secreto en la finca de dos hermanos, quienes juraron guardar el secreto hasta que Cuba fuese libre e independiente y pudieran llevarse a cabo los honores militares correspondientes.